EL PODER DE LA LIBERTAD
Más allá de las cárceles terrenales aún perviven las prisiones de la imaginación, todo lo que limita la maravillosa semilla de la libertad. Viajando con Shakespeare, los hermanos Taviani presentan una contundente llamada a la necesidad de reconstruir la pasión de vivir.
Tal vez otro mundo es posible, sí, incluso para los desesperados, para quienes han perdido el pie y se han precipitado al vacío. Con un estilo directo pero claramente humanista, los directores de Padre Padrone nos sacuden de nuestra siesta intelectual, con una docuficción que llama al renacer, a la revolución íntima y libertaria frente a los muros que nos cercan. Respirar, sobreponerse es todo, cara a cara con la vida. Shakespeare y su Julio César son el cuaderno de bitácora para correr por los raíles de un mundo claustrofóbico que se ahoga en su narcisismo y en la falta clamorosa de solidaridad. A orillas del melancólico Tiber, con la herencia de Rosellini, allá donde De Sica y Fellini dejaron su huella, los Taviani exploran el alma para vaciarla de impurezas y tensiones.La cárcel es el escenario sobre el escenario.
Ejercicio teatral de Fabio Cavalli con los reclusos que, entre acentos sicilianos, napolitanos y sones dialectales de un idioma tensamente emotivo, expulsan sus demonios, ponen el corazón sobre la mesa. Casio, Bruto, César se mueven con total naturalidad en la telaraña que también es nuestra cárcel de cristal, las cuatro paredes que nos empalan y saben a agujero negro.Pero, como señala el recluso que incorpora a Casio, el contacto con el arte siembra perfumes de libertad, algo más allá ahora convertido en desasosiego, porque a la vuelta de la experiencia teatral siempre está la puerta cerrada.
Que nadie vea en esta aventurada propuesta de los Taviani un reclamo existencialista, es, sin duda alguna, una bofetada a la apatía, el recuerdo de lo mejor y lo peor que nos habita.Capacidad para sentir porque somos pensamiento,palabra alada, emoción y, por tanto, ilusión o la sensación agobiante de morir en vida cuando perdemos la conexión con lo afectivo y nos convertimos en juguetes del destino.
Todo el engreimiento se diluye en la imagen del ser noqueado, perdido sin brújula de ilusión. El blanco y negro nos devuelve a la tradición documental y el contrapunto del color habla de un mundo paralelo en la escena. Será posible como sugiere Shakespeare que la vida cansada de barreras mundanales se autolibere. Hay una estrella, tal vez el renacer, respiración del Universo que en la cárcel de Rebbibia se adivina ante tanta desesperación.Rompamos la tela de araña, seamos libres en la imaginación y el pensamiento.Será la mejor alfombra voladora para sortear el discurso apocalípticos.
CARLOS VILLARRUBIA.-
Pie de foto: El pensamiento les hará libres.
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