LA DEGRADACIÓN DE LOS VALORES HUMANOS
Un Dios Salvaje es la adaptación de Román Polanski de la obra de Yasmina Reza, una pieza teatral en el que, a partir de un hecho anecdótico, como es la pelea de dos chavales, los padres de ambos se reúnen para limar asperezas y lo que, en principio tenía que ser un encuentro conciliador, se convierte en el peor día de sus vidas.
La película trascurre en un solo espacio, la casa de los Longstreet, los padres del chico agredido y en ella se reúnen los anfitriones, Penelope (Jodie Foster), una escritora librepensadora, que cree en la educación y en la civilización como manera de solucionar todos los conflictos; su marido, Alan (John C.Reilly), un hombre de ideas "primitivas" al que no parece entusiasmarle el propósito de la reunión. Por otra parte, los Cowan, los padres del agresor, Nancy (Kate Winslet), una agente de bolsa que destapa su verdadera personalidad con la bebida y Michael (Christoph Waltz), un abogado más preocupado por atender el móvil de empresa que por velar por la educación de su hijo.
Lo que pretendía ser una reunión conciliadora se convierte en un crispado encuentro, donde cada uno de ellos saca lo peor de sí mismo e irritables e irritados se enfrentan en una lucha dialéctica que no parece llevar a ningún lado.
Las reacciones de los personajes, a menudo injustas y desmedidas, son presentadas de manera cínica y socarrona por un Polanski que, sin quererlo ha orquestrado una comedia de situación con momentos donde los personajes caen en el patetismo y el ridículo más absoluto.
Los espectadores asistimos a una lucha sin tregua donde se pone en tela de juicio la institución matrimonial, la educación de los hijos, en la que nos damos cuenta que los padres son el verdadero problema -y no sus hijos-. Por ende, la película es una metáfora, a pequeña escala, de la actual pérdida y degradación los valores humanos en el mundo occidental. Esta afirmación culmina al ver las reacciones de los personajes cuando se desviven por sus objetos materiales olvidando a las personas que les rodean. En este sentido, la película es desesperanzada, pues parece conducir a ninguna parte. Además, la cinta se desinfla en su tramo final y se echa de menos más contundencia.
Lo mejor de la función, sin lugar a dudas, es la intensidad que transmiten todos y cada uno de los cuatro intérpretes, solventes como siempre, que están en estado de gracia en cada una de las secuencias.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Los cuatro vértices de una reunión "salvaje".
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