SINFONÍA BONAERENSE DE LA VIDA Y EL AMOR

Medianeras, la ópera prima del argentino Gustavo Taretto, es una historia de amores-desamores, búsqueda de un lugar en el mundo e incomunicación a pesar de la intercomunicación de la era tecnológica actual.

La trama se articula a partir de dos historias que trascurren paralelas, la de Martín (Javier Drolas), un joven diseñador web, hipocondríaco y sin demasiada suerte en el amor y la de Mariana (Pilar López de Ayala), una arquitecta que trabaja arreglando maniquís y que acusa una cierta depresión por culpa de una relación fallida.

Estos dos personajes, dos almas gemelas, que no se conocen a pesar de vivir en edificios casi contiguos, reflejan la soledad y la insatisfacción de los jóvenes de hoy en día que, a pesar de estar siempre comunicados virtualmente, a menudo fracasan en sus relaciones interpersonales.

El director construye una sinfonía de la ciudad de Buenos Aires, que se convierte en un personaje con vida propia, sus edificios, sus medianeras, sus rincones adquieren vida propia como las personas que los habitan.

La película es una acertada reflexión sobre el mundo actual y además, deconstruye una historia de amor tradicional. La cinta no es drama ni comedia, pues la vida es así, como la de Martín y Mariana, con sus alegrías y sus tristezas, con sus fracasos y sus logros.

En momentos muy original, la película no recurre a los típicos y tópicos lugares comunes de este tipo de cintas románticas, sinó que reinventa un universo propio, que bebe de las fuentes de Woody Allen e incluso del libro Dónde está Wally -que tiene un peso importante y decisivo en la trama-. Además, se sirve del lenguaje del cómic y de la animación en algunos instantes y del tono casi documental en otros, lo que resulta un cóctel bastante atrevido y acertado, que conjuga un sinfín de lenguajes en una película pequeña pero que realmente merece la pena.

SONIA BARROSO.-

Pie de foto: Martín y Mariana, destinos cruzados.