UN VERANO SIN SUSTANCIA
Un été brûlant, de Philippe Garrel, podría haber sido el retrato descarnado y amargo de la ruptura de una pareja, el pintor Frédéric (Louis Garrel) y su esposa Angèle (Mónica Bellucci), así como la descripción de un nuevo amor, el de Paul (Jérôme Robart) con Élisabeth (Céline Sallette). No obstante, la película se queda en agua de borrajas en todos los aspectos.
En primer lugar, en el retrato de los cuatro personajes principales, muy superficial y maniqueísta, ninguno de ellos consigue despertar la empatía ni siquiera la antipatía de los espectadores. Están tan mal interpretados, seguramente por un problema de dirección de actores, pues éstos están solventes en otras películas. Louis Garrel estaba sensible en La belle personne, de Christophe Honnoré; Céline Sallete nos encantó en el Capital, de Costa-Gavras; y Monica Bellucci estaba especialmente intensa en Flash-Back (El apartamento), de Gilles Mimouni, por citar algunos de sus trabajos anteriores. En esta película, las dos parejas están desangeladas, como si estuviesen desmotivadas y no sintieran ni se creyeran sus roles, incapaces de imprimir emociones verdaderas.
También es cierto que el guión es demasiado simplista y reduccionista. No entendemos cómo se pueden apuntar tal sucesión de ideas rancias y reaccionarias sobre el papel de los hombres y de las mujeres en las relaciones, cómo se puede ser tan maniqueísta y reduccionista a la hora de describir el amor, el sexo, las infidelidades y las inseguridades dentro de una pareja. Es por todo ello, y también por una realización plana y sin nervio que esta película nos ha parecido tan insustancial y tan poco interesante. Le falta garra, brío y personalidad para ser una propuesta de cine de autor intensa e introspectiva como esperábamos. Una gran decepción y una verdadera lástima, pues no esperábamos más y mejor.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Garrel y Bellucci, lejos de despertar morbo, provocan desinterés en el espectador.
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