EL REGRESO DE WALTER HILL
Walter Hill, mítico director y productor en los 80´s ha regresado. Y cuando vuelve un autor tan personal, que le encanta jugar y, a la vez, subvertir los elementos característicos de géneros cinematográficos, tales como el terror, el western y el policíaco, siempre suele ser un acontecimiento. En su cartera como realizador cuenta con títulos tan dispares como interesantes, tales como Forajidos de leyenda, Danko, calor rojo, Gerónimo o las más recientes El último hombre (1996) e Invicto (2002). En los últimos tiempos, se había dedicado a hacer algunas series de televisión y a producir películas de género, como la reciente Prometheus, de Ridley Scott.
Su regreso a la pantalla grande, Una bala en la cabeza, es la adaptación de un cómic francés del mismo titulo de Matz. La trama es bastante sencilla: un peligroso asesino a sueldo, llamado Jimmy Bobo (Sylvester Stallone) es traicionado por sus superiores mientras realiza el último "encargo" y su compañero, muere. Entonces decide tomarse la venganza por su mano, ayudado por un inspector de policia coreano (Sung Kang), que no aprueba sus sangrientos métodos, e incluso por su hija, una joven tatuadora (Sarah Sashi). No sabe que ante ellos hay una peligrosa organización criminal y extorsionadora, liderada por dos hombres de negocios, Baptiste (un denostadísmo Christian Slater) y Morel (Adewale Akinnuoye-Agbaje) y que cuentan con un vengativo y despiadado ex-legionario, Keegan (Jason Momoa) en la retaguardia.
A partir de un comienzo bastante prometedor y que hacia presagiar que estábamos ante otra de las personalísimas muestras de cine de Hill, la película sigue las constantes del género policíaco más convencional, inscribiéndose a la serie B, con tipos muy duros, tiros, testosterónicas luchas cuerpo a cuerpo, mujeres desnudas, toques de humor entre "colegas" (no deja de ser una típica buddy movie) y litros de Bourbon en las venas, de "ese que no se encuentra en los bares, sinó que has de llevar la botella siempre encima".
Si nos tenemos que quedar con una escena de acción, lo mejor de la función es la pelea "vikinga" entre los dos sicarios enfrentados: Sly y Momoa, una auténtica bestia parda al que descubrimos como Khal Drogo en Juego de Tronos. Además, de un humor seco forjado a base de sentencias lapidarias. Si hay que desconfiar de aquel a quien no le interesa el dinero, a Walter Hill no parece haberle interesado un carajo qué va a ganar con esta película, sólo le interesa el cine que él hacia y que aún, a sus 71 años, le hace vibrar. En el fondo, un romántico.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Sly y Jason Momoa, dos bestias pardas en una lucha cuerpo a cuepo.
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