EUROPA SE RINDE A HANEKE
Michael Haneke es uno de los directores europeos más prestigiosos y reconocidos del panorama cinematográfico actual. El austríaco ha tomado el relevo de los grandes cineastas europeos, aquellos que con valentía e ímpetu lograron plasmar las contradicciones y anhelos de épocas pasadas erigiendo un universo y estilo propios. Como su querido Michelangelo Antonioni Haneke ha encontrado en Francia sus más acérrimos seguidores y no sólo eso, ya que, se ha convertido en el mejor embajador del país galo. Ha querido rendir homenaje al cine francés filmando varias de sus obras en francés y con actores de la talla de Isabelle Huppert, Benoit Magimel, Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant.
Se puede decir que Haneke ha logrado lo que muchos políticos no han conseguido hacer. Representa los valores europeos. El cine de Haneke logra derribar todas las barreras culturales. Es cine en estado puro.Usando una analogía culinaria se puede decir que se trata de un cine hecho a fuego lento, pero para poder saborearlo se necesita tiempo y dedicación. El espectador tiene que dejar todo lo que estaba haciendo para poder disfrutar de la experiencia estética y sobre todo, emocional que nos brinda cada vez que presenta una nueva obra. Es un cine delicioso, aunque eso no quita que sea violento y perturbador. En un mundo donde la tecnología influye en todos los aspectos de nuestras vidas hay algunas cosas que deberíamos conservar.
La obra de Haneke bebe de la tradición del cine europeo, ese cine que muchos lo tildan de pretencioso y adulador, pero que en estos tiempos que corren resulta realmente necesario.Un cine que quiere llegar a la verdad, un cine que prescinde de artificios y ornamentos baratos y prefabricados, un cine que con su buen hacer desnuda el alma humana. Un cine que se puede considerarse anacrónico, ya que, no es posmoderno ni esteticista, pero que de todas formas, resulta impactante e inquietante por las sensaciones que provoca en el público. Y sobre todo, un cine que plantea preguntas incómodas, que nos hace preguntarnos sobre la naturaleza humana. Un cine que quiere atacar nuestra (falsa) tranquilidad y serenidad sacando a relucir nuestros miedos más terroríficos e inconfesables. Un cine que no hace otra cosa que desatar nuestros mayores temores.
Un cine que no entiende de barreras lingüísticas ni culturales, un cine que llega directo al corazón. Un cine con vocación universal, que logra atravesar todas las barreras que puedan separarnos como especie, un cine hecho de sentimientos. Porque los sentimientos nunca mienten y el autor austríaco siempre golpea donde más duele. Como diría Lacan, el camino de la verdad es doloroso, y bien lo sabe Haneke. Nos golpea y nos hiere, nos hace partícipes de la tragedia y la sin razón humana. Se ensaña con el espectador, pero lo hace de una manera elegante y sobria. Resulta sugerente. Haneke no es Tarantino, ni tampoco es Miike, es un autor de la vieja escuela, que hace las cosas con detenimiento y seriedad. Se trata de un cine hecho con amor, con paciencia, y sobre todo, con honestidad y franqueza. Por ello no es de extrañar que su cine se haya convertido en objeto de culto y de estudio. Con cada obra su leyenda no hace más que crecer.
Después de su paso por el festival de cine de San Sebastián y el Festival de Cine Europeo de Sevilla por fin llega a nuestras salas su último trabajo Amour, en opinión del autor la más tierna de sus obras. Ganadora del máximo galardón en Cannes y la gran triunfadora de las European Film Awards se puede afirmar que es la mejor película europea del año para la gran mayoría de los críticos. Además, se acaba de llevar 5 nominaciones a los Oscar: mejor película, director, película extranjera, guión y actriz para Emmanuelle Riva. Es una cinta lenta que puede resultar excesivamente larga y aburrida, pero Haneke siempre cumple con su cometido, que es, emocionar e incomodar al espectador.
Su cine puede resultar frustrante y tedioso, pero nunca nos decepciona. Se toma su tiempo para que los sentimientos florezcan, para que el espectador tome conciencia de lo que está viendo (y sintiendo). ¿Qué es lo que nos hace humanos?, nos pregunta insistentemente ante la incredulidad y perplejidad del público. Los sentimientos tardan en florecer, y por ello su cine va haciendo mella poco a poco, sin prisa, pero sin pausa. Su cine no es apto para espectadores ansiosos y embrutecidos que desean recibir un chute de adrenalina cuanto antes. Las cosas buenas se hacen esperar. El espectador tiene que poner algo de su parte, si no es imposible. Sería un fracaso. Es como hacer el amor, los que quieran desfogarse no van a disfrutar con el cine del austríaco, porque hacer el amor es cosa de dos. Y para ello se necesita complicidad, comprensión, paciencia y querer entregarse en cuerpo y alma a la otra persona. Está claro que Brandon (el protagonista de Shame) no disfrutaría con el cine del austríaco, porque no sabe lo que es el amor. No está dispuesto a hacer ningún esfuerzo para ello. Haneke nos deleita con su buen hacer, se puede afirmar que es el mejor amante que podamos tener. Ama a la vida y ama al cine, y por eso su cine es tan sórdido y tan desconcertante.
Haneke disecciona la sociedad en la que nos ha tocado vivir con frialdad y con suma sobriedad y los sentimientos y sensaciones que genera su obra son crepusculares. En eso se parece a Antonioni. No le interesa retratar lo superficial, su cine es un canto a la vida y a la muerte. Su cine extremadamente sobrio y verdaderamente estremecedor ha logrado inquietar y desconcertar al público más exigente. Además sólo unos pocos pueden decir que han ganado la Palma de Oro en dos ocasiones. Le han proclamado rey de Francia. Gracias a Haneke el legado del cine europeo sigue vivo. Ha logrado conquistar Europa. Y el próximo mes sabremos si logra conquistar Hollywood.
BEÑAT EIZAGIRRE INDO.-
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