EL PODER DE LA ESCRITURA Y DE LA IMAGINACIÓN
En la casa (Dans la maison), desde el mismo momento en que la vi, se ha convertido en mi película favorita de su director, François Ozon. La trama, envolvente desde el primer fotograma hasta el último, rezuma inteligencia y respira aroma de buen cine. Aunque sí que es cierto que algunos la podrían acusar de manipular al espectador, de hacerle tomar partido en el perverso e intrigante juego que propone el profesor de literatura Germaine y su alumno Claude.
Pero, desde mi punto de vista, la historia, en la que se mezclan hábilmente fantasía y realidad, imaginación y cotidianeidad, está tan bien trabada, que consigue ganarse la complicidad del espectador y no lo suelta, atrapándolo en una tela de araña absorbente, en el que el drama, la comedia y el thriller se mezclan de manera sabia.
Además, nos habla de la relación paterno-filial que se establece entre alumno y profesor y sobre la unidad de una familia de clase media, la cual puede verse alterada y amenazada con la presencia de un agente extraño, Claude, el compañero de clase y profesor particular de mates del hijo, Rapha. Claude es un chico tímido, que siempre se sienta en la última fila de la clase, con un don para la escritura y una endiablada imaginación.
Sutil, como la mirada de Emmanuelle Segnier, provocadora, como los ojos del joven Claude (qué gran descubrimiento es ese perversamente atractivo Claude, que compone Ernst Umhauer, que recuerda la versión joven de Benoît Magimel) y curiosa, como la actitud de Germain (un Fabrice Luchini que vuelve a demostrar una vez más sus tablas), el film es una deliciosa metáfora sobre el poder de la escritura y de la imaginación.
Así pues, Ozon vuelve sobre un tema que le fascina e impregna muchas de sus obras anteriores: el de la manipulación de la realidad a través de la escritura. Pues ya lo tocó en la también perturbadora, aunque más imperfecta Swimming Pool con Charlotte Rampling, como escritora en busca de inspiración y Ludivine Sagnier, como objeto de dicha inspiración. También vuelve al inquietante juego de la realidad y la ficción, que nos sometió en Ocho mujeres, una cinta en la que volvía a mezclar con habilidad thriller (a lo Agatha Christie en Diez negritos), drama y comedia, en este caso musical.
A diferencia de las dos películas anteriormente citadas, Dans la maison es redonda. Una obra maestra, que funciona como un mecanismo de relojería. No hay nada que sobre ni que falta, pues el guión es milimétrico y los actores están impresionantes, desde los ya citados hasta Kristin Scott-Thomas, como Jeanne, la esposa del profesor, galerista de arte e insatisfecha vital.
Cuando François Ozon se acerca a Claude Chabrol y nos describe ese magnético e irrefrenable encanto que siente Claude por la mujer de clase media burguesa, es realmente excepcional. También son perturbadores sus giros al más puro Hithckock -con homenaje incluído a La ventana indiscreta-.
Su ritmo adecuado, la banda sonora de Philip Rombi, a ratos inquietante, ayudan a crear una atmósfera incómoda en muchos momentos, que obliga al público a querer saber más, al igual que le pasa a Germain con el fascinante relato de su alumno Claude Garcia. En este juego entre realidad y ficción, el espectador se hace cómplice del vouyerismo de los personajes y la necesidad de ver más, de conocer más y de saciar su curiosidad. Películas como ésta hacen que el placer del buen cine, de la buena literatura y del buen arte se multiplique.
Así pues, estamos ante una incuestionable muestra de cine, un ejercicio de estilo, inteligentemente narrado e interpretado con brío, basado en la obra teatral El chico de la última fila, del español Juan Mayorga. Muy recomendable siempre que uno quiera dejarse manipular a placer por el encanto de un relato incisivo, irónico y fascinante. Estupenda Concha de Oro y premio al mejor guión en el festival de San Sebastián. Sería un delito perdérsela, pues estamos ante la mejor película europea del año. Especialmente indicada para aquellos que sientan pasión en el arte de narrar historias y/o para los que reciban placer al escucharlas (o leerlas).
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Germain, inmiscuyéndose en la historia de fascinación de Claude con Esther, la madre de su mejor amigo.
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