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ENTRE TOCHOS ANDA EL JUEGO

ENTRE TOCHOS ANDA EL JUEGO

Hay ideas buenas y malas. Si una buena idea se lleva a cabo en un formato que no le corresponde, hay riesgo de perderse por el camino.

Este es el caso de El hombre de al lado. La historia es original, pero contiene visos de cotidaneidad que la hacen perfectamente interpretable para el amplio público. Los personajes principales son estereotipos que podemos encontrar a la vuelta de la esquina, o en el mismo replano de casa.

Dichos personajes se ven envueltos en una mundana discusión por una obra y en la defensa de sus intereses hace que surjan de ellos instintos irreprimibles que a la sazón son los que marcan su personalidad y definen las relaciones que tienen con el resto de las personas de su entorno.

Hasta aquí lo bueno. Lo malo es que dicha historia se podría explicar en formato de cortometraje y seguramente hubiera tenido un resultado muchísimo más notable que el que nos ocupa. Las subtramas son insípidas y repetitivas por lo que hacen que el desarrollo de la trama se ralentice en exceso. Excepcionalmente, hay momentos muy inspirados, tales como, cuando los dos amigos "gafapastas" descubren "nuevas" melodías en el sofá, o las ocasiones en las que el coche de uno de los protagonistas, un rara avis de Citröen C6, aparece en pantalla.

El final de la historia no es nada previsible y hace que cuando abandonemos la sala casi lleguemos a olvidarnos del excesivo metraje y valoremos en que buena idea se basa el film.

DAVID PALOMAR.-

Pie de foto: En el rostro de Daniel Aráoz se reflejan la inseguridad y pobreza de espíritu de su afamado vecino.

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