LOS RECOVECOS DEL ALMA HUMANA
A priori El discurso del rey puede parecer una propuesta demasiado académica, muy teatral y demasiado histórica, pero no lo es.
La cinta británica pone de relieve especialmente, la relación entre el duque de York, Alberto de Winsor, -que posteriormente se convertiría en Jorge VI tras la muerte de su padre y la abdicación del trono de su hermano- y su terapeuta, Lionel Logue. Pues Alberto padeció desde su niñez una tartamudez que le afectaba, no sólo a la hora de trabar un discurso, sinó en su vida personal.
La película alcanza sus cotas más altas de interés en ese "tour de force" interpretativo entre Colin Firth (Jorge VI) y Geoffrey Rush (su terapeuta del habla), entre los cuáles se establece una relación que va evolucionando por encima de las clases sociales y de la condición personal de cada uno. En lo que se dicen, en lo que se confiesan y en lo que callan se haya la esencia del alma humana, los miedos y las ilusiones de un hombre que, no por haber nacido de alta alcurnia, no siente ni padece como cualquiera de los demás y que, a la postre, no puede dejar oir su voz.
Además, merece la pena por su elaborado guión y su milimétrica y cuidada puesta en escena. Asimismo, se agradece la recuperación de Guy Pearce (el hermano de Alberto, Eduardo VIII) para la gran pantalla y el buen hacer de Helena Bonham-Carter (la esposa del rey) que se mueve como pez en el agua en papeles de época de empaque, como este.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Lionel Logue (Geoffrey Rush) tiene que hacer frente a un paciente muy especial y "real" (Colin Firth).
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