MÁS ALLÁ DE CRUCIFIJOS Y COLMILLOS
Park Chan-Wook acudió, de nuevo, a la cita con Sitges este año para presentar Thirst, una vuelta de tuerca a un subgénero tan de moda últimamente como es el vampírico. Pero no se equivoquen: esto no es la saga Crepúsculo. Aquí los vampiros pierden la inocencia, pecan, muerden y matan, por la sed de sangre; e incluso dan rienda suelta a sus más bajos instintos carnales.
Su autor nos desvelaba que "se había querido desprender de todos los tópicos del vampirismo". Para comenzar, si es un sacerdote, no podía tener miedo a los crucifijos. Tampoco estos vampiros tiene colmillos, sinó que para morder y matar se ayudan de tijeras, cuchillos, etc. Desde el principio supo que quería que el protagonista fuese "un sacerdote católico que se va a hacer el bien y, contra su voluntad, se ve convertido en un vampiro, lo que le provoca un gran rechazo porque no puede aceptar su identidad y no puede abandonar su religión y su moral, con toda la lucha y la tragedia que esto le supone".
RELACIONES CARNALES
Respecto al erotismo, tan presente en la cinta, el director comentó que "no era el típico de una película de vampiros. En el género suelen salir chicas vírgenes y tíos que las someten y ellas se pieden por ellos. Aquí la mujer está casada y es él el que es virgen". Por ello, en las escenas eróticas vemos que es ella la que toma el control.
Y la chica de la que hablamos está interpretada por Kim-ok-Vin, presente en la presentación junto al director, que borda el papel de, en principio una aparente y retraída muchachita que se siente atraída por el capellán y ávida de emociones fuertes y de escapar de la vida que lleva, se embarca en una peligrosa aventura de sexo, sangre y muerte. La actriz reconoció habérselo pasado muy bien interpretando al personaje "que no es en absoluto malvada, sinó que es una persona incocente", en su opinión.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Park Chan-Wook y Kim Ok-Vin dando lecciones de vampirismo a raíz de Thirst.
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