EL RESERVADO JAY GATSBY
Jay Gatsby el personaje de F.Scott Fitzgerald, de El gran Gatsby (1925), no deja de sorprender a un público que algunas décadas después de su publicación, nos sumerge una y otra vez en los felices años 20 del siglo pasado con una historia que no deja de ser shakesperiana, interesante y a la vez muy mundana y comienza cuando nuestro protagonista se encuentra, después de algunos años, con su amada Daisy, y surge otra vez el flechazo, pese a que ahora ella está casada. Pero no se trata de una de estas novelitas de celos y amor apasionado porque El gran Gatsby nos presenta la mejor analítica de una sociedad ya bastante alejada de nuestros días.
Jay Gatsby es una rama de su propia añoranza y destino lleno de encrucijadas y decisiones, el gran público le empieza a conocer en una época en la que tiene animadversión a la gente y es lo que le lleva a observar por una ventana las fiestas de Charleston que organiza: es un hombre que quiere esconderse de su pasado de soldado y gracias a ese misterio llega a ser un conquistador donde su sex appeal está en boca de toda la ciudad de Nueva York.
Con este movido argumento, el escritor dibuja la clase acomodada de su tiempo, pero no se limita sólo a contar lo que se ve porque Scott Fitzgerald siempre va un poco más allá de lo visualmente simple: es meticuloso y, a la vez, un encantador de serpientes que, con sus libros, cambió las formulas literarias americanas del siglo XX.
¿Por qué este interés, de nuevo, sobre El gran Gatsby? Ahora que se estrena la última versión dirigida por Baz Luhrmann protagonizada por Leo DiCaprio nos podemos acercar al trabajo más reconocido sobre la adaptación de este libro: se trata de la película que dirigió Jack Clayton en 1974 con un reparto de auténtico lujo para el Hollywood de la década de los 70: Robert Redford y Mia Farrow tienen en la gran pantalla una gran química entre ellos.
La primera imagen que se nos enseña de Jay Gatsby (en la versión de 1974) es un hombre observando el horizonte como algo que él ya ha conseguido alcanzar en la vida, el espectador se da cuenta que es un personaje poderoso y acaudalado pero en su intimidad le falta la felicidad careciendo de ese don casi divino al que los seres humanos aspiramos sin parar; poco a poco vemos la “fachada” de nuestro protagonista donde vive en un mundo de apariencia y prosperidad.
Pero, El gran Gatsby no es una obra sobre un hombre que alcanza todas sus metas y muere feliz, es una película sobre cómo un hombre puede llegar a un fracaso con mayúsculas empezando desde arriba del todo, pero no se puede llamar un fracaso económico, es un fracaso a otro nivel mucho más espiritual. Jay Gatsby no está a gusto en la sociedad en la que le ha tocado vivir, por eso huye de las falsas amistades y prefiere estar en soledad o con los cuatro amigos que tiene; pero, tampoco es un anacoreta porque acoge en su casa a gente que él cree que tiene talento innato y que le pueda servir para alimentar su alma.
El Jay Gatsby cinematográfico de 1974 se nos pavonea como un hombre atractivo, reservado y misterioso bajo una intensa mirada que deja entrever su personalidad cautivadora; puede que este personaje también sólo fuese una excusa para contar lo que pasa en un mundo en constante movimiento mientras que él está quieto en el suyo observando ese horizonte próximo a su inmensa casa.
Pero, vamos a introducirnos un poco más en el film de 1974 para ver porqué todavía es recordado y hasta estudiado como cuadro cinematográfico de una época de sonrisas y de fiestas. Si vemos El gran Gatsby, podemos dibujar los rasgos de un equilibrio histórico que la inmensa mayoría de la sociedad desconoce.
En su plano técnico, se podría decir que está llena de una fotografía esponjosa y, de vez en cuando, muy acaramelada, dando pie a confundir al espectador y haciendo de contraste con su dureza argumental. Ésta puede ser la novedad visual de El gran Gatsby, que tiene un toque a los personajes atormentados de Shakespeare.
Así: Daisy (Mia Farrow) es muy inocente y un tanto enamoradiza, pero sólo es una apariencia para que no la hagan sufrir; por otro lado, tenemos al galán: Jay Gatsby (Robert Redford), quien tiene un presente y pasado que ocultar entre bambalinas, y que hace de él un arquetipo de la modernidad al deambular entre dos aguas en una América divertida y cargada de pasiones.
Éste es el verdadero atractivo de esta versión que, en cierta manera, europeizó el cine hollywoodiense porque la manera de contar esta historia en imágenes es muy del viejo continente y siempre es un verdadero plus para volver a ella cuando la ocasión lo permite.
JORGE GIRBAU BUSTOS.-
Pie de foto: Robert Redford dibujó el anterior Jay Gatsby.
0 comentarios