UNA HISTORIA DE SUPERACIÓN Y DOLOR DESDE LAS ENTRAÑAS
De rouille et d´os (De óxido y hueso), de Jacques Audiard, nos recupera la visceralidad y los personajes intensos y dramáticos en la línea de sus interesantes trabajos anteriores: De latir, mi corazón se ha parado y Un profeta. En este caso, va un poco más allá pues, por primera vez en su filmografía, nos regala un personaje femenino de gran fuerza y personalidad, interpretado con brío por Marion Cotillard, junto al actor belga Matthias Schoenaerts, que ganó el Premio de Interpretación masculina en la Seminci vallisoletana (al igual que su director, Audiard).
La historia se centra en el personaje de Ali (Schoenaerts), un belga que llega a Niza a casa de su hermana, sin trabajo fijo, que comienza a hacer de guardia de seguridad, con un hijo de cinco años de una desordenada relación anterior. Ali se dedicará a hacer combates ilegales de boxeo. Éste posee un carácter primitivo, bruto y que va mucho a la suya, sin preocuparse de nadie más que de sí mismo. Un día, en la discoteca que vigila conoce a Stéphanie, una bella mujer que resulta ser entrenadora de orcas y que sufrirá un dramático accidente.
La película refleja la relación entre estos dos seres humanos, de manera nada autocomplaciente ni autocompasiva: son dos personas marcadas por sus circunstancias que buscan la libertad de sus actos, una libertad que ella ha visto mermada al perder parte de sus piernas en el accidente pero que, gracias a él, comenzará a sentir y tener ganas de seguir adelante. Aunque digamos esto no se trata de una relación amorosa al uso, sinó que es una relación mucho más compleja, con múltiples capas, dos amigos "con derecho a roce" que van mucho más allá, explorando a lo largo de la trama y, de manera un tanto descarnada, la amistad, el sexo y el dolor.
Hay momentos de gran belleza visual, que contrastan con la brutalidad de lo que está ocurriendo en sus vidas, lo que produce en muchas situaciones un shock. El espectador queda noqueado (como su protagonista masculino) por las reacciones y las situaciones de sus personajes. Son dos personas un tanto al límite, que evolucionan a lo largo de la historia. No es una trama previsible ni complaciente. A Audiard no le tiembla el pulso a la hora de demostrar toda su visceralidad de nuevo en una historia de superación personal (que no de autoayuda, no nos equivoquemos) y de segundas oportunidades, que no dejará a nadie indiferente.
Ésta no hubiese funcionado sin la intensidad que Cotillard y Schoenarts imprimen a dos personajes complejos y de numerosos contrastes, que se desnudan no sólo física, sinó emocionalmente. Ellos son el alma de la película, en especial la siempre radiante actriz francesa que vuelve a demostrar, no sólo que es la mejor intérprete de su generación y que no sólo se merece el César, sinó también el Oscar.
Así pues, Audiard nos vuelve a regalar un cine hecho desde las entrañas para que el espectador se de cuenta de que la vida cuesta, se sufre y duele, a veces demasiado.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Ali y Stéphanie, una relación marcada por el dolor.
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