LAS HUELLAS DOLOROSAS DEL PASADO
Ayer no termina nunca, de Isabel Coixet, que inauguró el pasado fin de semana en el Festival de Málaga, es una propuesta minimalista, austera, íntima y dolorosa. Una de las películas más extrañas y de autor que ha dado el cine español reciente. Ahora vamos a daros las razones.
Dos personas, una mujer (Candela Peña) y un hombre (Javier Cámara) se encuentran en una nave desértica, les han citado para firmar unos papeles. Luego descubrimos que es ella quien le ha citado a él. Se conocían, pero tras cinco años separados, el destino vuelve a propiciar un encuentro que servirá para exorcizar sus miedos, su dolor, su rabia y sus frustraciones.
La película, de la que no conviene desvelar detalles de su argumento, pues en los diálogos y en la interpretación descarnada de sus dos únicos actores, reside la fuerza de esta propuesta, está claramente destinada a públicos minoritarios. Coixet desnuda emocionalmente a esta mujer, atrapada por una depresión inmensa y en un dolor sin fin por las pérdidas irreparables que ha sufrido en un pasado imborrable (tanto laborales como de seres queridos) y también a este hombre quien, en las mismas circunstancias, es el reverso más optimista de la misma moneda.
Durante el diálogo, vamos comprendiendo cuáles son las motivaciones y las preocupaciones de cada uno de ellos. Coixet, más que buscar la empatía del espectador, busca que sintamos todo el desgarro doloroso, el tormento que la oprime, la rabia, la impotencia y nos sintamos en un callejón sin salida, como en el que está encerrado la protagonista. Por ello, no necesita artificios, sinó que se sirve una nave industrial, un bosque y un cementerio como las mínimas localizaciones para no distraer la atención del espectador y concentrarlo en la esencia del relato.
La trama, anclada en la sociedad española actual, es también una denuncia contra la crisis económica exacerbada, el paro, el corrupto sistema socioconómico y la inevitable "huída" de trabajadores a otros países de Europa para intentar mejorar su situación.
A pesar de los méritos y los logros de esta propuesta radical y valiente y de la potente interpretación de sus dos actores, a nosotros se nos ha hecho un poco alargada pues, en cuánto el espectador descubre las claves de la triste historia y de sus personajes, puede desconectar y querer aislarse de tanto dolor y de tanto sufrimiento. Inevitablemente cuando termina la película, uno siente un gran alivio, como si se hubiese quitado un enorme peso de encima.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Dos personas con un pasado doloroso en común.
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