EL OTRO ROBIN
Robin Hood es un mito y no un personaje de carne y hueso. Así ha quedado en evidencia en las múltiples versiones que se han visto sobre este héroe, que robaba a los ricos para dárselo a los pobres.
En esta ocasión, el tándem Ridley Scott-Russell Crowe, que tan buenos resultados dio en Gladiator, nos proponen una vuelta de tuerca a la historia antes contada.
Desde el punto de vista histórico, Robin, a diferencia de Maximo Décimo Meridio, que era general de los ejércitos de Marco Aurelio y posteriormente era relagado y defenestrado de sus cargos, convirtiéndose en gladiador para vengar su honor y el de su familia; es un arquero al servicio del rey Ricardo Corazón de León. Proviene de orígenes humildes, de los cuales el personaje tiene un vago recuerdo. Por unas casualidades de la vida, adopta una identidad que no es la suya y tiene un papel clave en la guerra entre el rey Juan de Inglaterra y Felipe II de Francia. La película reformula el mito, acabando la historia donde las otras versiones la comenzaban -y dando pie a una película más histórica y a una más que problable secuela-.
Aunque lo que prima, como en todas las superproducciones de estas características, es el gusto por la épica y la aventura, aderezada por unas gotas de romance. La parte femenina, la pone una Lady Marian más determinada y aguerrida (interpretada por Cate Blanchett). Sin olvidar, a la sensibilidad y excelencia que imprime Max Von Sydow al personaje de Sir Walter Longstride, decisivo en el desarrollo de la trama; y del buen hacer de William Hurt y Mark Strong -en el papel de villano-.
Así pues, los amantes de la épica están de enhorabuena, ésta es su película. Dos horas y veinte de puro entretenimiento y aventura realista.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Los nuevos Robin y Marian, amor adulto.
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