MUÑECAS RUSAS
Ambas películas tienen una continuidad dramática y una ambigüedad moral del personaje protagonista, que en ambos casos es Viggo Mortensen, aunque Promesas del Este está mucho más conseguida, desde mi punto de vista.
Primero de todo, por el trasfondo de la historia. Tras la muerte de Tatiana, una adolescente embarazada que da a luz a una niña, una comadrona de origen ruso, Naomi Watts, investigará quien es esa adolescente y que relación tiene con una familia Vory V Zakone, uno de los clanes de la mafia rusa de Londres.
La historia de Tatiana es ficticia, pero bien podría ser real. Ella es una “promesa del este”, traida a una gran ciudad europea con la ilusión de una vida y mejor trabajo, pero obligada a ejercer la prostitución.
Segundo, por la complejidad de los personajes, con múltiples capas y recovecos en sus almas. Nikolai Luzin (Mortensen) es el chófer del clan Vory V Zakone, un conductor que conoce más de lo que dice y que siente una extraña compasión por la comadrona y la niña de Tatiana. A la vez, se desvive por contentar a Kirill (Vincent Cassel) y a su padre Semyon, el autoritario jefe del clan (Armin Mueller-Stahl). Dicho patriarca es un lobo con piel de cordero, un personaje con reminiscencias de Vito Corleone. Tres personajes de dudosa moralidad y de ademanes crueles (aunque nada es lo que en un principio parece).
Tercero, por el tratamiento de la violencia. Ésta es mucho más implícita que explícita, por lo tanto mucho más psicológica. Aunque la película arranca con una secuenca brutal.Tampoco tiene desperdicio una pelea de Luzin con dos matones chechenos en una sauna en una secuencia muy física y bastante desazonante.
Cuarto, por el final, de una dolorosa y melancólica hermosura.
Por tanto, estamos ante una película no apta para los espectadores más delicados, pero si duda, grande por su hondura moral.
SONIA BARROSO.-
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