INFINITA TRISTEZA COMO COMPAÑERA DE LOS ÚLTIMOS COMPASES DE UNA VIDA
De Funny Games a La Cinta Blanca, pasando por La pianista, Michael Haneke se había caracterizado por hacer un tipo de cine, donde la crueldad y la violencia estaban muy presentes. Con Amour, el cineasta austríaco cambia totalmente de tercio al presentar un amor en un matrimonio de profesores de música en la tercera edad que se pondrá a prueba al sufrir ella una terrible enfermedad degenerativa.
Cabe destacar que Amour es la última Palma de Oro de Cannes, que se ha llevado 4 premios del Cine Europeo y que está nominada a los Globos de Oro y a los Bafta, siendo seguramente la rival a batir en los Oscar como mejor película extranjera.
Amour no sería lo que es gracias a la pareja de actores que la protagoniza, un Jean-Louis Trintignan y una Emmanuelle Riva que dotan a sus personajes de carne, hueso y alma, acercándolos al espectador que sufre con ellos, como si se tratara de sus abuelos, sus padres, sus tíos o algún ser querido cercano. Aunque quizás es más complicado el rol de enferma que el de cuidador, ambos dotan a sus personajes de infinita credibilidad.
Desde el dolor del padecimiento y de la degeneración, Riva dota a su enferma de gran dignidad, sin buscar la gratuita autocompasión en el espectador. Así como, Trintignan hace suyo el rol más paciente, servicial y cariñoso, cuya aceptación de la enfermedad de su esposa pasa por hacer todo lo que está en su mano sin quejarse ni tampoco resignarse.Isabelle Huppert es el tercer vértice de la historia, al representar a la hija del matrimonio que vive, desde la distancia, la progresiva degradación de su madre y cuyas reacciones no pueden ser más distintas a las de su padre.
Es admirable la manera que Haneke plantea este amor en circunstancias difíciles explicando, desde la cotidianidad del día a día, cómo puede afrontarse una enfermedad con la mayor calma y aceptación posibles. Aunque no hay estridencias en el relato, pues el ritmo es más pausado y cadencioso que una bagatela de Schubert, sí que es cierto que habrá alguna que otra sorpresa, que no conviene desvelar. El inicio y el final fundiéndose a negro y sin banda sonora nos hacen ponernos en nuestro lugar, en este réquiem del amor, la tristeza infinita va a ser la necesaria compañera de este viaje por los últimos compases de una vida.
SONIA BARROSO.-
Pie de foto: Georges y Anne, una enfermedad les pondrá a prueba.
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