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ME LLAMO BOND,

No pude resistirme hasta Navidad, lo admito. Fui a ver Casino Royale antes de lo que pensaba. Pero es que me picaba la curiosidad. Primero, por ver a Daniel Craig enfundado en el esmoquin de 007. Parece sentirse más cómodo con el torso desnudo o con la camisa abierta. Por ello, ha musculado su cuerpo y lo ha sometido, de bien seguro, a intesas sesiones de UVA. Cuando le veo enseguida me recuerda a Steve Mcqueen, pero en plan duro, durísimo. Sus armas son la fuerza bruta y una sorprendente habilidad para el póker. Se hace "pupa" y se ríe, aunque su ironía poco tiene que ver con la socarronería elegante de su predecesor, Pierce Brosnan, el gentleman. La película se resiente un poco por su duración. La primera parte está plagada de persecuciones y de explosiones, mientras que en la segunda se centra en la partida de póker en el casino de Montenegro con el banquero que financia terroristas Le Chiffré y en desarrollar su relación con la supermaquillada Eva Green, perdón, Vesper Lynd, (¿por qué irá tan pintada esta chiquilla si está mejor a cara lavada?). Entre ellos dos saltan chispas y sus diálogos de réplicas y contraréplicas mordaces son, de calle, lo mejor de la función. Pero me pregunto cuántos asaltos resistirá Craig sin pedir aumento de sueldo, al menos, para arreglar su dentadura y seguir luciendo palmito.

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