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¿VALIÓ LA PENA ESPERAR 20 AÑOS?

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal servirá para llenar los bolsillos de su tríada de artífices: Steven Spielberg, George Lucas y Harrison Ford, pero no saciará el apetito ni el alma de los espectadores que han crecido con las aventuras de este intrépido doctor en arqueología. 

Las razones... Muchas. Comenzando por su pobre argumento, que mezcla peripecias de saqueadores de tumbas y buscadores de reliquias, de películas como La momia -que curiosamente recogió el testigo de la saga de Indiana Jones- con pinceladas del cine de extraterrestres. ¿Acaso quiso Spielberg completar el pack haciendo una nueva revisitación de E.T. o de Encuentros en la tercera fase? Si no es así, no se explica tanto caos en la historia.

Luego están sus personajes. El regreso de Marion Ravenwood (Karen Allen), la primera novia de Indy en En busca del arca perdida, bien se merecía otro tratamiento. La chica de la película se ha convertido en una señora madura, y con su edad se ha desdibujado también su carácter y personalidad, convirtiéndose en una mujer que, viendo que se le acaban las oportunidades amorosas, se agarra al último látigo...

La aparición en escena del joven y descarado Mutt Williams (Shia Labeouf), rebelde y malcarado, vestido a lo Marlon Brando en Salvaje, comportándose como James Dean en Rebelde sin causa y peinándose, de forma compulsiva, como John Travolta en Grease o Fiebre del Sábado noche  se convierte en un mero comparsa del protagonista, el objeto de todas las bromitas y graciejas del guión. Sólo en la escena final parece ganar un poco de entidad, vislumbrándose una posible continuidad a la saga.

Ni siquiera la poderosa y acerada mirada de Cate Blanchett y el buen hacer de Harrison Ford -aunque correcto, ya un poco mayor para el papel- parecen salvar a esta cuarta parte de la devacle.

Así pues, sólo cabe entenderla como una montaña rusa con algunos toques de humor, llena de persecuciones trepidantes, hormigas asesinas, soviéticos malísimos y calaveras para controlar la mente...Una verdadera lástima...

SONIA BARROSO.-

 

 

 

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